Fr. Marco Antonio Huatay, OFM 

Director General - Promotor

Carisma, Valores y Visión de la Obra Social del Policlínico Parroquial

Desde sus inicios, la Iglesia, fiel al mensaje de su fundador, ha tenido como una de sus principales misiones la atención a los más necesitados. Así, leemos en el libro de los Hechos de los Apóstoles que los primeros cristianos eran solidarios con los pobres: “Nadie vivía en la indigencia, porque todos los que eran propietarios de tierras o de casas las vendían, traían el producto de la venta y lo depositaban en los pies de los apóstoles. Después se distribuía según las necesidades de cada uno”. (Cf. Hch 4, 34-35). Y si bien es cierto, Lucas, nos describe una situación idealizada, pero al mismo momento quiere que esta comunión sea el modelo al que deben llegar todos los que profesan su fe en Jesús de Nazaret.
Eso mismo nos lo expresa el papa Francisco cuando nos dice que: “Jesús, el evangelizador por excelencia, el Evangelio en persona, se identifica especialmente con los más pequeños (cf. Mt 25, 40). Eso nos recuerda que todos los cristianos estamos llamados a cuidar a los más frágiles de la tierra”. (Cf. EG, 209).

Ahora bien, en esta misma línea, el Concilio Vaticano II había recordado a todos los cristianos su misión profética enraizada en el Bautismo, la cual nos lleva a ser testigos de la vida y de la resurrección de Jesús. Por tanto, la llamada de Jesús a seguirle, en la misión de testimoniar la Buena Noticia, y a interpelar, desde ella, las exigencias de la vida personal y social, constituye uno de los pilares de la obra y acción pastoral y social de la Iglesia.

Esa era también la invitación que nos hacía el documento “Vida consagrada”, cuando nos decía que “La vida consagrada, con menos personal y quizás con menores fuerzas, se mantiene hoy destinada a continuar el testimonio luminoso de la unidad indisoluble entre el amor de Dios y el amor del prójimo, como memoria viviente de la fecundidad también humana y social del amor de Dios” (Cf. Vida Consagrada, n° 63).

Por su parte la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Aparecida, en Brasil, reafirma la misión de todo discípulo del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo. Su mandato de caridad abraza a todos los pueblos, a todas las dimensiones de la existencia, a todas las personas y a todos los ambientes de convivencia. Así en el discurso inaugural, de dicha Conferencia, el emérito Papa Benedicto XVI, convoca a la Iglesia para ser abogada de la justicia y defensora de los pobres, en la solidaridad de tener una actitud permanente de encuentro, hermandad y servicio, el cual debe manifestarse en opciones y gestos visibles, sobre todo, en la defensa de la vida y de los derechos de los más vulnerables y excluidos.

Ahora bien, y en una constante reflexión sobre los fenómenos actuales del mundo de hoy y a la luz del pensamiento social de la Iglesia y de la espiritualidad franciscana, si nos referimos a nuestro carisma franciscano, por su constitución carismática y por las características de su misión en el mundo, ya desde sus orígenes, la Orden Franciscana muestra un talante eminentemente social; por su vocación evangélica, nuestra Orden enlaza la forma de vida de los Hermanos Menores al trabajo por lo social; de hecho, la relación entre vocación franciscana y compromiso social está ampliamente atestiguada y documentada en la vida de Francisco, una breve mirada a los distintos escritos que de él tenemos, permite darnos cuenta de que, para el Poverello, ser discípulo de Cristo no se restringe solo a la práctica vacía de una serie de ritos, sino que encuentra su máxima expresión en el ejercicio de la caridad especialmente con los rechazados y excluidos de la comunidad: “El Señor de esta manera me dio a mí, Fray Francisco, el comenzar a hacer penitencia: porque como estaba en pecados, me parecía extremadamente amargo el ver a los de leprosos, y el Señor mismo me condujo entre ellos e hice misericordia con ellos”. (Cf. Test 1-2).

Así el nacimiento del movimiento franciscano nos revela la inclusión de los Hermanos Menores en la clase social de los más pobres. Los relatos en torno a los primeros franciscanos nos dicen que el Hermano Menor vive en medio del pueblo, compartiendo sus condiciones de vida y sensible a sus necesidades espirituales. En el orden de la caridad, tan del gusto de san Francisco, merece destacarse, el cuidado de los leprosos, la asistencia a los afectados por las pestes y la atención a hombres y mujeres en diversas instituciones benéficas como asilos y hospitales.

Por tanto, y hasta lo dicho, para la comprensión y compromiso, si entramos en nuestra obra social del Policlínico, “Nuestra Señora de los Ángeles”, es preciso reafirmar los valores franciscanos que empujan la construcción de este camino; uno de ellos es el de la misericordia, entendida como la compasión con el otro, abrazando a todos en la caridad y evitando cualquier forma de situarse por encima del otro.

Todo ello entonces nos indica que es necesario que seamos signos de nuevos tiempos de libertad, renovándonos en los valores de solidaridad, de justicia y de paz, siendo signos de la presencia del Reino de Dios en la vida cotidiana de todos los días; a hacer impulsadores de nuevos y prometedores espacios de encuentro y de comunión con todos los seres de la creación. Para ello son necesarios también los valores de la minoridad, la simplicidad y el servicio, los cuales exigen actitudes de desprendimiento, disponibilidad y simplicidad en los diversos ámbitos en donde nos encontramos, como nos recuerda Celano, primer biógrafo de San Francisco: “sirvan a todos con humildad y sumisión”. (Cf. 1Cel 39). Por ende, encontramos otros valores como acogida, cuidado, cortesía, cordialidad y paciencia; valores todos ellos confirmados en nuestro Reglamento Interno de Trabajo (RIT), donde afirmamos que la fraternidad nos pide constantemente establecer relaciones de cercanía, familiaridad, mutuo crecimiento y acompañamiento con toda la obra creadora de Dios.
Recordemos que las obras de caridad, una de las más nobles virtudes humanas y básica en todas partes, tanto de las religiones como de la moral laica, lo podemos aprender conviviendo con el ideal de San Francisco quien nos enseña que, a través de las acciones de ayuda, uno experimenta una pureza espiritual, pues para el santo la fe no se puede separar de la caridad hacia los más pobres; sólo desde la caridad, nos dice el pobrecillo de Asís, se podrá reconocer a Dios, pues si sólo pensamos en nuestro propio bienestar y no tenemos entrañas de misericordia, seremos incapaces de vivir en comunión con Dios. Por tanto, ayudar y donarse a los demás, son grandes hábitos y valores que San Francisco formó y cultivó en su día a día.

Ahora bien, todo esto se haría realidad, si recuperáramos la identidad carismática teologal e institucional y respondiéramos creativamente a las exigencias de los tiempos. Esto es precisamente a donde apuntaba el Ministro General de nuestra Orden en su informe al Capítulo General Extraordinario del 2006, y que bien vale citarlo no solo para los hermanos frailes sino para todos los laicos que forman parte de las distintas obras sociales de la Orden: “No tengan miedo a correr riesgos en su misión; no tengan miedo de confrontarse con lo nuevo y lo diferente; no tengan miedo de perder poder; no tengan miedo de la inseguridad que trae el compromiso con los excluidos”. (Cf. Documento final del Capítulo General Extraordinario de la Orden de Frailes Menores (O.F.M.), celebrado en el monte Alverna-Asís,del 15 de septiembre al 1 de octubre del año 2006).

Por tanto, la visión social de nuestro Policlínico Parroquial “Nuestra Señora de los Ángeles” es fruto de la misión evangelizadora y misionera de nuestra entidad: Hermanos Menores de la Provincia Misionera de San Francisco Solano del Perú. Es una obra social que va en sintonía con la doctrina social de la Iglesia, comprometida con la paz, la justicia y que trabaja por los derechos fundamentales de la persona. Que hunde sus raíces en la compasión y el amor por abrazar a los más pobres y excluídos, promoviendo actitudes y acciones de solidaridad y misericordia desde una opción propuesta por los principios y valores del Evangelio y desde nuestra espiritualidad franciscana.
Desde su fundación es una obra social que, contando con el apoyo desinteresado de los médicos y demás miembros de la Institución, presta un servicio en beneficio de muchas familias, sobre todo de las más humildes, para que puedan recibir atención médica de calidad a un precio económico; en otras palabras, tiene la finalidad de ayudar a los más necesitados, brindando caridad y sin tener en cuenta la confesión, raza, género o étnia.

Por último, el momento y contexto que vivimos reclama de nosotros un trabajo por los valores evangélicos como el amor al prójimo, la necesidad de perdonar y de ser testigos de Cristo en palabras y en hechos; nada de esto puede ser obra de personas aisladas sino en un clima de comunión y fraternidad.

Que el Altísimo buen Señor, nos haga instrumentos de transformación de todas las relaciones humanas para construir una sociedad más justa, solidaria y fraterna. Que como el hermano Francisco, podemos decir: “Comencemos, hermanos, a servir al Señor, que hasta ahora poco o nada hemos hecho”. Que estas palabras de san Francisco sean un imperativo categórico que nos motiven a seguir descubriendo a Jesucristo pobre y crucificado en los leprosos de nuestro tiempo. 

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